Me contaba mi viejo y gran amigo Rai, director de recursos en una multinacional, que existían muchas razones para contratar a una persona o asignarle un rol determinado y que a veces la propia persona creía que le pagaban por una cosa cuando era por otra realmente…
Hacía tanto que no le veía y me explicó tantas cosas que me costó seguirle, porque además a veces generalizaba, otras concretaba y a veces divagaba, para colmo se extendió fuera del ámbito empresarial y se lió con todo, así que intenté hacer una síntesis de lo que pude pillar..
Decía por ejemplo que un autónomo en una empresa unipersonal sabe mejor por qué le pagan, un asalariado menos y un funcionario más.
Se puede pagar la responsabilidad, siempre que no se diluya o se despeñe, también el wall-role, para crear compartimentos estancos, siempre que no se hunda el barco.
En ocasiones se paga la imagen que puede ocultar la implementación, crear ilusiones, embellecer la realidad. Muchas veces una buena interfaz personal o empresarial puede vender más que la implementación, pues deseamos lo que vemos. A veces forma y fondo están más sincronizados pero las bombas atómicas de humo generadas por algunos de los avances tecnológicos recientes, como por ejemplo en microbiología, cuántica, genética, materiales y energías nuevas, 5G, IoT, Bigdata, IA o Blockchain, son buena prueba de que casi siempre la fantasía antecede a la realidad.
El marketing, como en una discoteca, va siempre por delante. Oscar Wilde, que aún siendo homosexual, y según cuentan poco misógino, decía: «Solo hay dos tipos de mujeres: Las feas y las maquilladas» Es suya del mismo modo esta reflexión en Dorian Grey de 1890: «Hoy en día, la gente conoce el precio de todo y el valor de nada» Y como este tipo se dedicaba a generar aforismos y frases ingeniosas y era prolífico en ello, hasta una tercera relacionada con el tema que nos ocupa tenía: «El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer»
Al igual que el marketing, también la gestión de personas merece remuneración, pues no es nada fácil según quien o quienes, según cuánto hay de sueños o supervivencia o ambición o envidia o pereza. Hay equipos que se autoorganizan solos y otros que necesitarían el Politburó.
Se paga por dirigir y por decidir, claro. En la guerra los soldados solo siguen ordenes, que es más «cómodo» si no vas a primera línea. Se paga el riesgo. Pocas personas deciden trabajar en su propia empresa y pocos responden a ofertas de un millón de euros en Irak. La seguridad social cotiza alto. Todos necesitamos un Papi.
Por el mismo motivo se paga lo ilegal, lo inaceptable, lo inmoral, con el aliciente del valor añadido de lo prohibido, que encarece el coste. Mercados de droga, armas, órganos y personas dan fe de ello. Las armas pagan el miedo a los demás, las drogas a nosotros mismos. Los de órganos y de personas, el miedo a la muerte. El miedo es uno de los grandes pagadores, así se paga para eludirlo como en lo citado anteriormente o para experimentarlo de manera controlada, con un buen chute endógeno, como en un parque de atracciones o en una película. El entretenimiento cuesta efectivamente.
Vale money también el conocimiento, así la educación se paga, los colegios, las universidades, los cursos, los masters, al intrépido coach, al gurú de moda… A veces quizás se está pagando pseudosapiencia u otra cosa y paradójicamente muchos temas inmensos y centrales de conocimiento están gratis en Internet pero luego nunca los leemos y pagamos por un curso de cómo sacarse los mocos.
El amor, esa palabra hueca que decía Silvio Rodríguez, es caro, así servicios y productos a los que contiene este concepto tan difícil o que los roza tangencialmente o que no tienen mucho que ver, están muy demandados, como la prostitución explícita o no, los chutes efímeros de dopamina en apps, las asociaciones por causas loables, los cuidados paliativos, las adopciones o las ONGs.
La belleza, intímamente relacionada con lo anterior, sin duda tiene un precio, tanto para crearla como para disfrutarla. Que nos gusten edificios chulos y paisajes paradisíacos es normal y lo mismo ocurre con las personas. Es intrínseco a nuestra naturaleza. Stendhal, decía, en un tono algo críptico que «la belleza es la esperanza por un mundo mejor». Así se paga turismo en zonas bellas como España, edificios bonitos, páginas web molonas, arte estético o tíos y tías buenas, claro. Hay profesiones que esencialmente se sostienen esencialmente en eso, al menos en cierta parte o cierto tipo de, como influencers, youtubers, cantantes, modelos, scorts, gigolos, políticos, camareras, entrenadores deportivos, vendedores en general, azafatas, famosos sin más, etc.
Volviendo a las empresas mas convencionales, para no dejarnos deslumbrar por faranduleos, se paga porque es lo que se paga, es lo que gana el de al lado. ¿Vale más un médico de USA que de Eslovenia o de Ruanda?, ¿Se puede contener la envidia o el agravio comparativo a corta distancia?
Por supuesto se pagan aptitudes y actitudes. ¿Es más útil Einstein si no da chapa o Punset?
Por supuesto, se paga por lo que crees que te pagan, sino apaga.
A veces se paga lo que le gusta al bien pagao. No hay nada mejor, dentro de que es trabajo, que te guste lo que haces o al menos te disguste menos que otras cosas, ya que gastarás, emplearás y perderás muchas horas de tu vida en ello. Hay gente que tiene grandes capacidades para cosas que no le gustan y viceversa.
Se pagan o se pagaban los idiomas, aunque a veces sea para decir o escuchar las mismas verborreas inútiles o vacías que se cuentan en la lengua materna en muchas reuniones o para no avanzar ni decidir nada. Napoleón decía en francés: «Si quieres que algo no se haga, nombra una comisión».
El futuro y el pasado también ingresan. Las empresas nuevas pagan bastante la energía, la motivación y la proyección, con riesgo de convertirse en cementerios al cometer los errores del pasado. Las empresas viejas pagan bastante la vejez, que a veces es fidelidad, con riesgo de convertirse en cementerios al no cometer ningún error.
Se paga por ostentar poder, que asusta, corrompe y desgasta. En la tensión entre el continente y el contenido uno a veces se arrepiente de ceder identidad.
Llueven euros por ley, que muta con frecuencia y a veces a la carta de los legisladores, como se ve mas claramente en regímenes dictatoriales o casi.
También se abona la lealtad, con la tentación, como se ve más claramente en política, de que llegue el momento en que la confianza de asco. Se pagan los favores y las puertas giratorias.
Se paga por vigilar a otros, por controlarlos, con el peligro de que uno no sepa ya, en algún momento indeterminado, quién es el carcelero y quien el encarcelado.
Mi amigo me decía: «Nadie da duros a pesetas, se paga la escasez, se paga mejor lo que nadie quiere hacer y lo que todos quieren hacer». Se liquida la valentía y la irresponsabilidad.
Se paga por hacerse el tonto y por hacerse el listo. Ambas pueden ser buenas estrategias y ambas pagan un precio que no está en la nómina. Muchas veces los que más tienen que decir son los que más callan y los que tienen la palabra gastada dan discursos, arengas o revelaciones triviales de una hora, sintetizables fácilmente en minutos, lo cual es también una cualidad sorprendente que merece remuneración.
Se paga la calidad, reñida con la cantidad. De nada sirve producir mucho si no funciona bien o es difícilmente escalable y mantenible. Si es algún sector vital como el médico o el transporte, el peligro es inasumible.
Se paga la cantidad, reñida con la calidad. No es lo mismo tener un delantero que meta 30 goles que uno que meta 15, dando muchas veces igual la calidad del gol. ¡Que se lo digan a Messi y a CR7!
Se recompensa la competencia y la cooperación, pero de nada sirve cooperar si es una excusa para mamonear y de nada sirve competir si el mal rollo o el estrés es lo que les espera a los empleados cada mañana. Hay quien ve incluso la competencia como una forma de cooperación, al elevar a los competentes y a los clientes…
Mi colega dice que ha visto muchas veces como se paga la perpetuación de estructuras, el control. Una burocracia que en sus inicios fue un medio, una garantía, una seguridad frente al caos, se convierte en fin, corrupción, reglas e ineficiencia, y se prefieren procesos sobre estandarizados y perfiles menos “amenazantes”, perfiles estables en el mal sentido, más por el bien de la estructura que de la empresa.
Él me ponía el ejemplo de Telefónica vs Google. En Google inmediatamente buscaban y premiaban a la empleada productiva, la meritocracia, en Telefónica apostaban por el control y la estabilidad grupal.
Los procesos de Telefónica, decía, dependen más de personas que de hechos, favorecen así y hacen casi inevitable el clientelismo, la mediocridad y la pereza como en los regímenes comunistas. La gente habla más en los ascensores de la fiesta venidera o de las jerarquías y los nuevos amigos que de lo que hay que hacer. La exposición se paga.

En Google o Amazon, sin embargo, bastante opuestos al dinosaurio español, especialmente en sus inicios, corrían a veces el peligro del burnout o de climas irrespirables. El estrés se paga.
Tanto en una decisión como en otra, mandas siempre un mensaje indirecto a los empleados, que captan rápido y fácilmente que es lo que deben hacer y lo que no.
En Europa sería difícil que apareciera un Google o un Apple, pero tampoco se mata la gente en cifras récord cada semana, ni tienes hordas de zombis pidiendo en la calles de ciudades con casas de millones de dólares.
En definitiva, el capitalismo paga más que el comunismo, como era de esperar. Un capitalismo que retribuye el tiempo, aunque en una hora a veces se puede hacer mas que en ocho, y aunque una misma persona o empresa en seis hace más que en dos. Y según que tiempo: el de descanso, el de oportunidad, el de la edad, el relativo, …
El libre mercado actual, me indicaba Rai, potencia el individualismo, la psicopatía y la soledad. Así pues se pagan los rasgos psicopáticos que pueden ser útiles para operar a corazón abierto o liquidar una empresa o a sus empleados sin pestañear. Así mismo se paga la compañía, comer pan juntos etimológicamente, no pocos trabajos actuales atienden ya esa demanda y futuros surgirán enfocados por ejemplo a la tercera edad.
Hace casi 20 años, me narraba, aunque no se aún si se lo estaba inventando, que en una reunión de un gran proyecto multinacional, decenas de empleados exigieron una reunión con la dirección para hablar de las condiciones, objetivamente explotadoras al parecer, desde hace años. Sala llena, pero a la hora de la verdad, nadie se atrevió a decir nada demasiado disruptivo. Rai se levantó de la mesa a la media hora y se quedó mirando a uno de esos directivos que cobraban millones de euros. Inmediatamente, y ante un silencio mas denso que el granito, se dirigió a la puerta y se marchó. Media docena de personas, según él los mejores, le siguieron. Él, que no es tonto, sabía con toda probabilidad cual sería el resultado de aquel desafío, como así ocurrió…, pero aún así lo hizo. Dudaba ahora si se había convertido en lo que tiempo atrás había enfrentado y me preguntó si creía que era mala persona, si era un hipócrita, un psicópata o algo así, pero no le respondí.
Muchos killers generan dinero y hasta un niño sabe que el dinero es el objetivo número uno en una empresa, de modo que si una empresa que construye ordenadores cuánticos descubre que vendiendo churros gana más, cambia de sector el día siguiente. También es la razón de que se vean situaciones curiosas como pagar a alguien porque echarle es mas caro o hacer malabares contra los propios intereses de una empresa para presentar una buena cuenta de resultados, un balance satisfactorio.
El engaño es otro de los grandes negocios, un comercial que te pueda vender gato por liebre, un país que te venda un sueño o un anuncio que te diga que una empresa o un coche define tu identidad, vale su precio en oro.
Mentira o verdad, incluso la inercia puede ser un factor a monetizar. «¿Oye, por que pagamos eso?» «No se, porque siempre se ha hecho».
Se pagan los contactos. En ocasiones crear una empresa, externalizar un servicio o finiquitar un negocio es tan sencillo como tener buenos contactos. El resto ya va rodado. ¡Que se lo digan al emérito!
Se da dinero también estratégicamente, a partners, asesores, consultores e informadores, a veces para ejercer el nepotismo o el clientelismo o el comisionismo y hasta para tantear demasiado a la competencia.
Incluso se contrata a trabajadores para que no se vayan a otra empresa o simplemente, como en El perro del hortelano, para quitárselo a la otra, en una suerte de síndrome de Fortunata empresarial. Las empresas, como las personas, también tienen su ego.
Se pagan las vacunas preventivas: “Tú ahí arriba pa que no estorbes”. Como cuando en el colegio se jugaba al fútbol y se ponía al más malo de delantero (A veces también de portero). Él pensaba: “Joder, que bueno soy, me ponen para meter goles” Se paga entonces incluso por no hacer nada.
Te paguen por lo que te paguen, debe existir una especie de ley por la que siempre se paga el precio de una manera u otra, gallinas que entran por las que salen. Igual que en física existen leyes de conservación de la energía, del momento y de la información, debe haber leyes desconocidas aún, por mas complejas, de conservación de la estupidez, del esfuerzo, de la connivencia, etc…
Quizás todos nos podamos ver identificados en muchos de estos pagos, a veces solo un día y en otras ocasiones durante años o décadas, a veces con dinero de por medio y otras no.
Todo esto y mas turra aún, que no he podido reproducir, y de la que no quiero acordarme, me contaba mi amigo, que después pasó a director general y ahora mismo está en paro leyendo libros de cómo buscar trabajo.
¿Y a ti, por qué te pagan?