Hace ya más de dos décadas que el pop ruso internacional, si es que alguna vez existió tal cosa, lanzó al mundo su primer y último gran éxito comercial.
Habían transcurrido diez años desde que la URSS se desmoronó y la guerra fría parecía congelada, pero dicen que donde hubo fuego siempre quedan rescoldos. Los productores del Kremlin se devanaban los sesos para dar con la tecla gatopardista y al no conseguir nada decente, recordaron que no hay mejor estrategia de aceptación que parecerse al otro.
Los tatuajes en los occidentales 90 ya no eran patente exclusiva de pandilleros, el lenguaje de la música popular seguía siendo el inglés y el videoclip de la MTV llevaba desde los años 80 consolidado, obligando a final de siglo a grabar a toda banda que quisiera petarlo.
Así, el grupo T.A.T.U rescató el viejo mensaje y lanzó el boom «Ya Soshla S uma», traducida al inglés libremente como «All the things she said»
En el vídeo aparecen dos chicas adolescentes, besándose bajo la lluvia, mientras al otro lado de una verja la muchedumbre las mira con no muy buenos ojos, increpándolas en ruso. El mensaje parecía simple y claro: Dos enamoradas que no entienden porqué tienen que esconderse, y se rebelan contra el mundo que las desprecia, sin precio posible que puedan pagar, a merced del aguacero. Nada nuevo.
Lo rebuscado vino cuando el general ruso Andrei Sukhovetsky, que había formado parte del equipo de producción, desveló la cruda verdad veinte años después: «La canción y el vídeo hablan en realidad sobre una chica dialogando con su madre patria».
«Todas las cosas que ella dijo corren por mi mente…», –las que decía Rusia– «la volvían loca», –las que decía USA– . ¿Quién era su madre?
Demasiado rencor, tras zares, revoluciones, guerras civiles y mundiales, es difícil discernir, quién debería erigirse como juez si es parte, palabras famélicas.
Palabras escritas en su himno, y a veces en los libros de historia, que contaban, según la interpretación del general, cómo Rusia salvó a Europa décadas atrás. Narraba cuando los tanques nazis avanzaban con lentitud hacia Moscú porque montañas de cadáveres de adolescentes rusos les impedían el paso, montañas sobre montañas, tan altas y verticales que no se distinguían de un muro infranqueable, una pared, que a diferencia de una verja, no deja ver lo que hay al otro lado.
Al final, de tanto escalar y esperar, el último aliento de los sitiados en Leningrado les congeló. Mientras el preso moría de hambre, el carcelero se quedaba sin alimento. Decenas de millones de seres humanos exhalaban esas palabras, casi la mitad de las pérdidas de La Guerra.
«Europa y América están construidos sobre un cementerio!» –decía Sukhovetsky– y los fantasmas, a diferencia de las personas, son eternos y pueden ser invocados en cualquier momento para reclamar la factura.
«¿Qué quieres a cambio?» Quiero Europa, desde el Báltico al Mar Negro, «this is not enough…», lo aprendimos de USA, vuestra alma, queremos ser como vosotros, vuestro alumno más aventajado. La igualdad no requiere esfuerzo pero la diferencia sí, es la esencia del capitalismo: Aquél que paga el precio, volverá tarde o temprano a cobrar la factura. Miradnos, somos plutócratas, los más ricos del mundo, sois nuestro modelo, ¡queremos ser como vosotros!
«¿Por qué nos miráis así ahora?», «¿es que no tenéis suficiente?». Ucrania es Rusia, siempre fue así y siempre será así, es nuestro granero, nuestra eterna despensa, necesitamos alimentar a todos los muertos de hambre de Leningrado.
Igual podemos arreglarlo con un Dinamo de Kiev vs Spartak de Moscú, al fin y al cabo el hombre inventó el fútbol para sublimar la violencia del deseo, pero ¿qué pasará cuando acabe el partido? Hay que dejar salir a los espectadores, traspasar la frontera en la otra dirección…
«¿Qué frontera?», «¿he cruzado el límite?» Sabemos que el mundo es otro y no hay que mirar al pasado, no se puede cambiar, queremos ser como vosotros, igual es culpa nuestra, pero es que la culpa es muy esquiva, ni siquiera sabemos si nos pertenece, pero si es así, entonces, ¡quiere decir que somos Dios! Entraremos con sigilo, sin que nos veáis venir y al salir, ¡pondremos de nuevo el reloj a cero!, ¡no os preocupéis, rezad por nosotros!
Con estos rezos, los reproches, los deseos, el afán por volver al pasado y al mismo tiempo desear ir hacia el futuro, aislarse del mundo y querer a la vez forma parte de él, la música que espera la vida y la que recuerda la muerte, esa verja que es un muro inquebrantable, infranqueable, el recuerdo de los inocentes que murieron para tener ahora un mundo mejor.
Un mundo separado por una verja, un muerto, dos muertos, una esperanza: Una cumbre inalcanzable, un hit insuperable, encima del número 1, fuera de las listas de éxitos: El himno de Rusia. Sonando mientras la bandera de trigo y el cielo ondean en Kiev celebrando la victoria.
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