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Eugenesia sin ánimo de lucro

Laura Palmer, una joven de Maryland, movilizó a su prima de Nuevo México. Solían hablar a menudo pero en esta ocasión se asustó al oir nada más descolgar un grito que parecía decir <eugenesia>. Angustiada porque su nuevo móvil no funcionaba bien se precipitó a descambiarlo. En la tienda le explicaron que lo más probable era que los repetidores de la frontera, nada fiables, hubieran cruzado las líneas.

No demasiado contenta con la explicación, recambió su móvil y lo primero que hizo con él fue buscar en la Wikipedia esa palabra que no conocía y que parecía ser castellano antiguo:

La eugenesia (del griego ευγονική /eugoniké/, que significa ‘buen origen’: de εὖ /eu/ [‘bueno’], y γένος /guénos/ [‘origen’, ‘parentesco’])

Laura se quedó más tranquila pues era posible que no se hubieran cruzado las líneas y que la palabra la pronunciara su prima, a quien sin duda alguna la ligaba un buen parentesco.

Unas horas después, ya sosegada en casa y mitigada la angustia con su móvil de última generación continuó indagando en la etimología del término…

Descubrió que la eugenesia existía desde siempre, los griegos ya la conocían, al parecer como todo lo demás. Se dio cuenta de que la propia naturaleza se la había enseñado a estos, pero la naturaleza nunca escribía ni decía nada, se contentaba solo con mirar. Un tal Darwin lo escribió por ella.

Eugenesia dirigida por vectores de auto optimizado

Patente era que desde el inicio de los tiempos el ser humano estaba familiarizado con el término y lo empleaba a fondo. Ya en el Nuevo Testamento se hablaba de un viejo sabio con bastón que guiaba a los pueblos en pos de un buen origen, empleando el palo para lograrlo. Estos pueblos se acostumbrarían más tarde a esperarle.

Laura empezaba a entusiasmarse con la historia y con la manera en que el ser humano hacía siempre todo lo posible por la especie, pero aquello le resultaba muy lejano, así que saltó hacia el siglo XX.

Le encandiló especialmente un capítulo dedicado a la iniciativa de un grupo de alemanes que siguiendo su estrella de la suerte, trataron de industrializar el buen origen: Reunían a los grupos minoritarios y les otorgaban trabajo y alojamiento gratuito, se preocupaban por optimizar el nacimiento y el matrimonio y hasta se encargaban de los últimos días.

Parece ser que a pesar de sus buenas intenciones, lamentablemente no cuajaron sus ideas pero lo que si cuajó en décadas posteriores fue la explosión de la tecnología al servicio del buen origen.

Por ejemplo, cuando apareció de la nada un virus mutante, un superviviente más listo que el hombre, capaz de esquivar todas sus balas, el ser humano empleó todos sus esfuerzos e inteligencia en detenerle. Por suerte, con el tiempo logró contenerlo y con solo una pastilla era suficiente, aunque en algunas poblaciones, quizás por encaje genético, el virus se resistía al medicamento.

Pero no había que llegar ni siquiera a eso. Surgió en algún momento de aquel siglo el problema mas trivial acaso de la escasez de alimentos a nivel mundial. Las potencias gastaron entonces billones de dólares en enviar naves espaciales a la Luna y Marte en busca de la comida que faltaba.

Palmer estaba entusiasmada con los nuevos conocimientos y el afán del ser humano por convertirse en una gran familia, empleando todo su potencial si fuera necesario, pero lo que leería después ya la descolocó un poco.

Se hablaba de un foso de cocodrilos en el Mediterráneo. Ella no conocía Europa pero su prima la de Nuevo México le contó tras su viaje a Italia que se trataba de un mar precioso, calmado, un lugar paradisíaco con buena gente. Laura no entendía como podía haber cocodrilos ahí, pero continuó leyendo…

Estrecho de Buena Esperanza, en el Mediterráneo Sur

Al parecer, tanto en el Mediterráneo como en tierra firme existían organizaciones sin ánimo de lucro que por su cuenta también ayudaban a la eugenesia. Su buen origen era el mismo que el del resto de países y siempre llegaban al final con los restos.

Laura estaba en este momento muy confundida, lo que empezó a enfrentar con entusiasmo, cada vez le gustaba menos y lo entendía menos aún. Empezaba a desconfiar del autor del artículo, que ya llegaba a su fin. Un párrafo más, el último, no provocó más que acrecentar ese estado:

«A los que pudimos ir al colegio nos enseñaron que la gravedad es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, por tanto cuanto más lejos menos grave, al cuadrado.»

Esto fue el colmo. Vaya final! El texto de la wikipedia la ofendía. Ella sabía que existían ciertos controles aunque en principio allí podía escribir cualquiera, pero este texto en concreto era muy raro, no era científico, te contaba algo y luego te lo descontaba, parecía llevar una dirección y al final ninguna, entraba en lindes no permitidas, había cruzado la frontera..

Su intención era llamar a las autoridades y denunciarlo pero desconocía la IP del ordenador de origen del usuario que lo había editado. Parecía ser de España y el texto estaba en castellano pero había muchas contribuciones de otros usuarios de Estados Unidos y resto de Europa. Lo único que parecía claro, es que se trataba de un artículo occidental.

Mientras buscaba el teléfono de la oficina de delitos informáticos del estado de Maryland se percató asombrada de que había aparecido una línea. Su estado mental ya no la permitía discernir si siempre había estado ahí. Se leía borrosa, totalmente fuera de lugar, con otra fuente, distinto origen, la línea que separaba el artículo de su mirada, la frontera entre la historia y la mentira, una línea mágica que era capaz de dividir lo indivisible.

Que Dios nos perdone a todos o mejor aún: que no exista..

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