Todos, hasta los más pequeños, conocemos a Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel, pero pocos saben la verdad que se esconde tras su barba y el origen de sus regalos.
La historia oficial
Según la historia escrita, es un personaje que formaba parte del antiguo mito solar del solsticio de invierno al que el cristianismo sincretizó con la figura del obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás de Bari, que vivió en el siglo IV en Anatolia, en la actual Turquía. Era una de las personas más veneradas por los cristianos de la Edad Media.
De él se cuentan cientos de historias, especialmente narrando sus milagros y sus bondades para con la gente pobre.
Su mítica fama de repartidor de obsequios se basa en otra historia, que cuenta que un empobrecido hombre padre de tres hijas no podía casarlas por no tener la dote necesaria. Al carecer las muchachas de la dote, parecían condenadas a ser «solteronas«. Enterado de esto, Nicolás le entregó una bolsa llena de monedas de oro a cada una de ellas.
Se cuenta que todo esto fue hecho en secreto por el sacerdote, quien entraba por una ventana y ponía la bolsa de oro dentro de los calcetines de las niñas, que colgaban sobre la chimenea para secarlos.
La verdad de Nicolás
Pero la verdad va mucho mas allá y aunque tantos siglos hayan pasado, aquellas campanas tintinean aún en nuestros días. Hijo de comerciantes y comerciante él después, Nicolás de Bari utilizó la imagen de sacerdote para vender bondad y felicidad, algo que estimaba clave para sus ventas. Así mismo empleó la Iglesia astutamente como una franquicia y tapadera del verdadero negocio.
Ya en su época estaba establecida la festividad de los reyes magos, donde era tradición comprar regalos y su comercio no aguantaba la competencia de aquellas fechas así que decidió hacer algo al respecto. Creó un personaje que trajera regalos dos semanas antes que los reyes, así vendería más y de paso aniquilaría a la competencia, al adelantarse.
Utilizaba ventanas y chimeneas para colarse en las casas sin permiso, dejando regalos que nadie había pedido y añadiendo una nota con factura. Tal era la felicidad de los pequeños que todos los padres cedían al chantaje.
Después se crearon las cartas de Papa Noel, pero solo a posteriori, tras reuniones en las antiguas comunidades de vecinos donde barajaban si colgarle de un árbol (de aquí nace realmente el árbol de Navidad) o dejarle. Al final se optó por la carta, para que al menos, trajera algo deseado y pedido.
Con el auge del negocio contrató más empleados, que todos los días 25 se disfrazaban y hacían lo mismo que él, de forma que todos creyeran que era una sola persona. Todo esto: el día del nacimiento de Jesús, unido a la aparente magia de la omnipresencia y los aparentes regalos, creó el mito que ha llegado hasta nuestros días.