Aprendía con él y él con él, dudaban juntos en esos viejos miedos, se abrían sin pedirse nada, sin reclamarse fidelidad eterna, sin reproches al futuro, se alegraban de sus éxitos delante y detrás de los demás, experimentaban esas novedades juntos, se escupían las verdades, siempre fue así y lo sería, mientras se reflejan, en esa lealtad paradójicamente inquebrantable, con esa bola sin cadenas.
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