El capítulo está estructurado en 28 pasajes interrumpidos por una serie de interpolaciones o parodias alusivas al asunto del que tratan en cada uno de ellos los parroquianos de la taberna.
Entre el 24 y el 25 tiene lugar una interpolación en la que Joyce desarrolla la parodia de una fastuosa procesión religiosa.
En ella, desfilan campanudamente multitud de santos y santas con sus respectivos atributos en la mano (sus hachas, sus cruces, sus palmas, sus flechas, sus dragones, sus grilletes, sus tinteros, sus conchas, sus llaves, sus ojos en un plato…) y concluye con la solemne bendición de la taberna de Bernard Kiernan.
Entre la pléyade de santas desfila:
S. Ursula with eleven thousand virgins
santa Úrsula con sus once mil vírgenes
Según una leyenda medieval, Úrsula era una joven que se convirtió al cristianismo prometiendo preservar su virginidad. Huyendo de un pretendiente de Britania peregrinó a Roma a consagrar sus votos.
Al regresar a Germania, en el año 451, fue sorprendida en Colonia por las “hordas bárbaras” de los hunos. Atila, su caudillo, se enamoró de ella pero la joven se resistió y, junto a otras doncellas que se negaron a entregarse a los apetitos sexuales de los salvajes bárbaros, fue martirizada.
En el lugar del martirio, un senador erigió una basílica dedicada a Úrsula y a sus compañeras (vírgenes también como ella). En la inscripción dedicatoria, figuraba el nombre de cada una de las doncellas (Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda….), y a la última se la apostrofaba undecimilla (la undécima, en latín).
La idea errónea de que las compañeras de martirio de Úrsula fueran once mil surge de un documento del año 922, en el que, entre otras cosas, se decía: Dei et Sanctas Mariae ac ipsarum XI m virginum. Donde «XI m virginum« debía leerse como «undecim martyres virginum« (once mártires virgenes), pero que sin embargo se transcribió como «undecim millia virginum» (once mil virgenes).
Aun sin saber latín, resulta disparatado aceptar que en el siglo V se pudiera liquidar a espada (sin hornos crematorios ni bombas racimo) nada menos que a 1,1 x 104 mujeres, que por si fuera poco eran además todas ellas vírgenes.
Aunque lo más sorprendente es que una vez reconocido el error (y tal como sucedió con los “cuernos” de Moisés), se ha seguido manteniendo la tradición de las once mil vírgenes y, pese a que la Iglesia nunca ha llegado a canonizar a esta joven (de dudosa historicidad), se sigue el pleno manteniendo la veneración y festividad de santa Úrsula el 21 de octubre.