En el capítulo 4, el señor Bloom, tras desayunar, se dispone a aliviarse en un retrete que tiene en la parte baja de la casa, junto al jardín.
Como es bastante estreñido trata de concentrarse y relajarse. Es aún temprano y está todo en silencio, pero se imagina a la criada del vecino (a la que vio en la charcutería cuando fue a comprar su riñón de cerdo) tendiendo la ropa en el jardín.
The maid was in the garden
La criada estaba en el jardín
Esta frase alude a una vieja y curiosa canción: Sing a Song of Sixpences:
Sing a song of six-pence, a pocket full of rye; four-and-twenty blackbirds, baked in a pie. When the pie was opened, the birds began to sing; Was not that a dainty dish, to set before the king? The king was in his counting-house, counting out his money. The queen was in the parlor, eating bread and honey. The maid was in the garden, hanging out the clothes. There came a little blackbird, and snapped off her nose.
«Canta una canción de seis peniques, un bolsillo lleno de centeno; veinticuatro mirlos cocidos en una tarta. Cuando se abrió la tarta, los pájaros rompieron a cantar. ¿No era ése un plato exquisito, digno de un rey? El rey estaba en la cámara del tesoro, contando su dinero. La reina estaba en el salón, comiendo pan con miel. La criada estaba en el jardín, tendiendo la ropa. Llegó un pequeño mirlo y le picoteó la nariz».
Se han dado múltiples interpretaciones a esta canción popular.
Lo cierto es que en los siglos XVI y XVII los monarcas y nobles, en sus comilonas, acostumbraban a introducir pájaros vivos dentro de las servilletas y de las tartas, de forma que los animalitos salían volando al abrirlas, ante el asombro y regocijo de los comensales.