No, no pasó desapercibido Boadella en Atención Obras. No defraudó a la audiencia. Y eso, es lo que siempre se espera de un eterno e incorregible bufón como Albert. Cayetana resultó impotente en su papel de Dorina a la hora de desenmascarar al verdadero Tartufo. Cayetana se equivocó. El papel del Duque Octavio en el Burlador de Sevilla, le hubiese sido mas apropiado.
Diestro en acrobacias y malabarismos, Boadella aprovechó su hilaridad para extender toda su bipolaridad. Fiel a si mismo, anunció el final de la pintura, “La Modernidad es un camelo, La Belleza es el Todo, La Forma es el Fondo, El debate artístico no existe”. Todo ello, con una dialéctica que ni el propio Hegel, en sus escasos momentos de lucidez, podría haber descifrado.
El frentismo del intelectual ante el establisment siempre debe estar presente. Su misión es buscar la verdad. La realidad. Para ello no renuncia a crear la confusión, despertar incomodidades, dudas existenciales. Y sus armas son la burla y la venganza sibarítica. Despliega toda su vehemencia contra un Picasso mercantilista. El arte ha quedado relegado a mercancía y como instrumento financiero al servicio de los Poderes.
Esta independencia intelectual respecto al poder nos recuerda, con triste final, el papel que jugaron los intelectuales respecto al debate sobre un posicionamiento activo a favor de la incipiente República. Años mas tarde y en sus últimos suspiros, Salvador Dalí llenó de halagos al dictador Francisco Franco. No sería el único.
Sólo se contradijo en una ocasión, en la que fue coherente. “La religión es una gran ficción”. Quizás, porque antes de alcanzar el Nirvana fue monaguillo. Y eso marca.
Sólo cuando la Verdad le es revelada, Albert abandona su izquierda mitiificada. Sólo así se explica que este nuevo bufón pasó de “la nova cançó” y ERC a UPD y Ciudadanos. De UBU presidente y Teledeum a dirigir los teatros del Canal. Del respeto, al recibimiento junto al comediante Arturo Fernández el premio Alfonso Usia. De los espacios librepensadores a las entrevistas con Federico Jiménez Losantos.
Se pasea por su pequeño pueblo, de mayoría independentista, con “la senyera” en el trasero y claro sus vecinos le talan los cipreses, lo que él llama crear incomodas provocaciones.
Adiós a los Teatros. Adiós Albert Boadella.
Tartufo murió, pero no por coprófago. Quizás esa muerte esté predestinada para otros predicadores bufones.