En el capítulo 11, Simon Dedalus, Cowley y Ben Dollard conversan animadamente en el hotel restaurante Ormond. Sienten inquina hacia Leopold Bloom, pero rendida admiración por su rolliza esposa Molly (soprano de conciertos, nacida en Gibraltar mientras estaba allí destacado su padre, un militar chusquero).
Se preguntan si ella es irlandesa o no. Dedalus replica:
O, she is… My Irish Molly, O.
¡Oh!, ella es… Mi Molly irlandesa. ¡Oh!
La cosa dicha así, queda algo confusa si se ignora que está aludiendo a Molly Mallone.
Molly Mallone es un personaje legendario de Dublín. Pescadera ambulante, recorría las calles con una carreta pregonando su mercancía: ¡Berberechos y mejillones frescos, frescos! Y se dice que dedicaba las noches a la profesión más antigua del mundo.
Sea como fuere, el hecho es que constituye todo un icono de la capital irlandesa. Tiene una bella escultura en bronce en el centro de la ciudad y una popular balada de 1880 que es de facto el himno de Dublín.
La letra parece ingenua pero (como muchas canciones rurales) encierra metáforas con segundas intenciones.
En la bella ciudad de Dublin, donde las chicas son tan guapas, puse mis ojos por primera vez en la dulce Molly Malone, mientras ella tiraba de su carreta por las calles, arriba y abajo, pregonando: «Berberechos y mejillones, frescos, frescos».
“Alive, alive, oh, Alive, alive, oh”, crying “Cockles and mussels, alive, alive, oh”.
Esta mítica balada se canta en los tabernas, pubs y salas de concierto ante el arrobamiento y entusiasmo de los asistentes. O si no vean la sonrisa pícara de las dos rubitas del vídeo que sin duda saben bien de qué va eso de los berberechos y mejillones frescos.
La melodía de Molly Mallone suena en La naranja mecánica (1971) de Kubrick y en Premature Burial (Obsesión, 1962) de Roger Corman.