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Ulises XIII: The hole in the wall

Desde los albores de la democracia, los procesos electorales han estado siempre bajo sospecha. Ya saben: los pucherazos, el voto rogado de los emigrantes, la criada que vota a la CEDA disfrazada de viejecita con el vestido y el DNI de la madre (ya fallecida) de sus señores…. Pero hay una modalidad de fraude a lo grande: el voto comprado.

Tom Wolfe, el famoso escritor y periodista, destapó públicamente en su best seller Todo un hombre (A Man in Full, 1998) esta práctica por la que los candidatos americanos se entendían con intermediarios que les garantizaban (por un puñado de dólares) el paquete de votos de un barrio entero (por lo general pobre).

Pues bien, en la Irlanda inglesa, ya se hacían estas cosas. En el capítulo 5 de Ulises, el señor Bloom, que ha ido a una estafeta de Correos a ver si ha recibido carta de la señorita con la que mantiene correspondencia sentimental, da un paseo por las calles de Dublín haciendo tiempo hasta la hora del entierro de Dignam. Desea olvidar las preocupaciones y deja vagar la mente por sitios remotos:

agua fresca del pozo, frío pétreo como el agujero en el muro de Ashtown.

cool water out of a well, stonecold like the hole in the wall at Ashtown.

The hole in the wall

Ashtown en el Phoenix Park, Dublín

Ashtown, es una zona al norte del Phoenix Park de Dublín, célebre por el sonado atentado de 1882 y por su pequeño castillo lindante con la que fue, durante el dominio inglés, la residencia del Virrey de Dublín (Viceregal Lodge).

Allí, existía en efecto un muro con un pequeño agujero, donde tenía lugar el fraude electoral. Los «virtuosos electores» podían meter la mano y sacarla llena de guineas, conservándose en el anonimato la persona que había comprado su voto.

 

El mítico pub The Hole in the Wall

Hoy en día esa práctica ha sido superada por otros procedimientos más expeditos. Ya nadie mete la mano en el agujero de un muro, sino directamente y sin contemplaciones en la caja.

Muy cerca de aquel lugar, en un pintoresco pub que lleva ese nombre, se puede uno tomar unas Guinness, cantar una coplilla con los parroquianos o reunirse con los amigos a «contarse pequeñas traiciones».

 

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