Richard J. Blue, residente en Philadelphia, Pensilvania, ha sido acusado esta mañana de asesinato con predemitación y encerrado de forma disuasoria en la Penitenciaria de Eastern State a la espera de juicio.
Richard J. Blue trabajaba en el iPhone de Roseanne H. Joy, de veintidos años, como emitocono llorón. En la madrugada del 30 de octubre, Roseanne estaba chateando con su novio y, al querer decirle lo contenta que estaba por haber conseguido su primer trabajo, no encontró a su emoticono sonriente. Lógicamente, no pudo continuar la conversación y llamó a la policía.
Un dispositivo de las unidades especiales fue a su domicilio y, tras rebuscar en el iPhone más de dos horas, encontró el cadaver del emoticono desaparecido oculto detrás del salvapantallas. Estaba descuartizado, con la lengua y los dientes deperdigados y un mensaje escrito en el suelo con sangre: «Ríete ahora, cabrón«.
Perfil psicológico
Las sospechas recayeron enseguida en Richard, el emoticono llorón. Según las declaraciones de Roseanne, nunca confió de él. Parecía mirarla con desdén, como por encima del hombro. Los demás emoticonos se apartaban de él y la chica confiesa que solo con mirarle se deprimía.
Richard no ha hecho ninguna declaración, pero sí ha hablado el psicólogo de la prisión, especializado en delitos digitales. «Este caso no es un hecho aislado. Venimos observando desde hace tiempo un aumento de conflictos entre los emoticonos, y casi siempre los responsables son los llorones. Se sienten aislados, ignorados«.
Según este psicólogo, en el mundo digital actual los sentimientos felices son los más aceptados, creando una opresión social no planeada pero implacable sobre los demás. En el caso de Richard, el psicólogo afirma que odiaba al resto de emoticonos por ser más populares que él, además de considerarlos estúpidos e infantiles. El blanco de sus odios era el emoticono sonriente, al que llamó en varias ocasiones idiota pusilánime.
Consternación y acciones legales
Roseanne ha sido ingresada con estrés postraumático. Su caso es especialmente grave, ya que, al haber perdido a su emoticono sonriente y a su emoticono triste, no ha sido capaz de comunicarse con su familia. Los especialistas del centro le están aplicando un tratamiento experimental para enseñarle de nuevo las vocales y, en una segunda fase más avanzada, las consonantes.
El Congreso de los Estados Unidos ha anunciado que está trabajando ya en una ley que regule la actividad de los emoticonos, para lo que ha formado una comisión con emoticonos felices, sonrientes, guiñadores de ojos, asombrados y carcajeantes. Sobre los tristes, deprimidos y suspicaces, se abrirá una investigación y se ha pedido a las principales aplicaciones de mensajería que los supriman hasta nuevo aviso.