Diversos personajes del mundo de la prensa y de la cultura entablan una sesuda conversación. Uno de ellos elogia de forma entusiasta el Moisés de Miguel Ángel:
that stony effigy in frozen music, horned and terrible, of the human form divine, that eternal symbol of wisdom and of prophecy
esa efigie pétrea en música congelada, terrible y con cuernos, de la divina forma humana, ese símbolo eterno de sabiduría y profecía
Ciertamente, se trata de una de las cimas del arte escultórico. En ella, el gran profeta judío aparece sentado, con una luenga barba y… ¡un par de cuernos en la cabeza! Como se lo digo.
La explicación a esta sorprendente iconografía viene de la mano de un error de traducción, obra nada menos que de san Jerónimo de Estridón (¡patrón de los traductores!), quien a finales del s. IV acometió la ingente empresa de traducir la Biblia del griego y hebreo al latín.
Allí, en Éxodo [34], se decía que Moisés, tras recibir de Jehová las Tablas de la Ley, bajó trasfigurado del Sinaí y que de su cabeza salían dos haces luminosos.
En hebreo la expresión era karan ohr panav (un rostro del que emanaban rayos de luz), que san Jerónimo tradujo por cornuta esset facies sua (su rostro era cornudo).
Beatificación de San Jerónimo
El error fue debido a que la raíz trilítera hebrea krn (en hebreo las vocales no se escriben) podía interpretarse como karan (luminosidad, resplandor) o keren (cuerno).
Bueno, un error lo tiene cualquiera. Lo sorprendente es que durante siglos, los Doctores de la Iglesia (siempre proclive a los prodigios) no se cuestionaron nunca este dislate.
Todo lo contrario, lo potenciaron de forma contumaz, asociando los cuernos de Moisés con la autoridad y el poder (empoderamiento, que se diría ahora).
De hecho, pese a que cuando Michelangelo esculpió su Moisés (1513-1515) ya se había aclarado el error de san Jerónimo, el artista prefirió, no sabemos con que intención, seguir representándolo con sus cuernecillos de toda la vida.